Hay una empresa medianamente conocida que cuenta en su plantilla familar con los hijos de los dueños, los sobrinos, primos y amigos de los jefes, y así un largo etcécera.
Normalmente este tipo de empreasas son muy tradicionales, reacias al cambio, pero por el contrario quieren aparentar una imagen puntera y novedosa, lanzando mensajes plagados de sinónimos de innovación en todos los idiomas y soportes posibles. Pero esto no convence. Y muchos menos cuando el ego del jefe se asoma insistentemente allá por donde puede, dejando su impronta en medios impresos y audiovisuales.
El ego del jefe es tan grande que pretende sustituir a los auténticos profesionales y especialistas en tantas facetas como sea posible, sin ir más lejos en la locución de un video corporativo, más aún en un idioma que no es el propio. ¿Pero qué pensarán los clientes que escuchen una voz en off con acento español falta de ritmo y entonación? ¿Esa empresa economizará en sus productos y servicios tanto como en su Comunicación?
Jefes de esos jefes, si permitís que ese ego pretenda tener más protagonismo que la cuenta de resultados, mal vais por mucho que la crisis sea la perfecta excusa. Si no cuidaís detalles tan importantes en Comunicación, peor aún. Mucho cuidado con el ego de algunos ¿jefes? Son un auténtico peligro para la imagen de cualquier empresa. Y el caso que acabo relatar es real.
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